martes, 3 de diciembre de 2013

Sordera en los jóvenes

        Cada vez hay más problemas de audición en los jóvenes, muchas veces debido a la música, al ruido de la calle, a los gritos, a los besos en el oído, a las máquinas usadas en las obras, al tráfico y a un largo etcétera. Además, si esos ruidos son permanentes y  prolongados, con el tiempo, los afectados pueden sufrir de estrés, insomnio, dolor de cabeza o migraña y alteraciones en el comportamiento,
Los niveles máximos tolerables para el oído humano según la OMS  son 65 decibelios, pero la música la escuchan por encima de los 80 y además más de una hora diaria, según estudios y encuestas.
        Como no hay una norma que prohíba el uso de cascos puestos a todo volumen, los especialistas y la Secretaría de Salud recomiendan, sobre todo a los jóvenes, que hagan caso a  estas advertencias y no sean "sordos" a las llamadas para que controlen el volumen de los auriculares.

        El ruido o la contaminación acústica es un problema cada vez más grave, pero es aún peor que poca gente se de cuenta de ello. En décadas anteriores, cuando se vivía en un mundo casi de silencio, las personas mantenían su audición intacta hasta los 70 u 80 años. Hoy, con factores como los automóviles, las construcciones y las industrias, hay personas de 30 o 35 años que ya tienen problemas de audición a causa del ruido intenso. Incluso los adolescentes, aunque no tienen una sordera franca, ya presentan traumas a causa de utilizar aparatos como los iPod.
“El ruido nos daña, sí, progresivamente, lentamente. Si no hacemos algo para evitar la exposición al ruido intenso, nos va a ocasionar un daño que es irreversible”.
Esto se debe a que la exposición constante afecta al oído interno, a lo que llamamos el caracol o la cóclea, el órgano receptor de la audición. La cóclea está llena de líquido y recubierta de células con miles de pelitos, que, al moverse con las vibraciones del sonido, las convierten en señales nerviosas que llegan al cerebro. “Es un daño sensorial, nervioso”.
En el caso del tímpano, si este se rompe por causas como alguna explosión muy cercana, el daño es conductivo y es reversible.
Para ejemplificar el problema de ruido, estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) establecen que aproximadamente el 16 por ciento de la población en las ciudades industrializadas tiene algún tipo de daño auditivo.
       La contaminación acústica puede causar lo que se conoce como trauma acústico crónico o agudo. El primero se produce cuando el oído se expone todos los días a ruidos intensos por encima de los 65 decibelios (una conversación está a unos 40 db). En este caso, cuyo ejemplo es el de un adolescente con un iPod, en cinco años ya habrá daños: “Las células se van cansando y dicen: ‘Ya no escucho, ya tengo daño’”. El segundo caso es en el cual se recibe un ruido intenso, a distancia muy cercana y de forma sorpresiva —el oído no alcanza a protegerse—, lo que afecta a las frecuencias altas o a la recepción de tonos agudos, hay un zumbido e incluso se llega a la sordera.
La situación es tan grave, que en el Seguro Social, el 5 por ciento de los padecimientos de sordera son traumas acústicos crónicos, sobre todo de trabajadores de fábricas.
Con las cuestiones auditivas lo importante es la prevención, puesto que, cuando ya hay síntomas como un zumbido, que es dato de alarma, o incluso se detecta sordera, el padecimiento ya puede ser irreversible.

Recomendiaciones:
Promover una cultura de silencio, sobre todo entre los jóvenes, que están expuestos continuamente a la música a volumen muy elevado y con cascos.
Utilizar cascos s externos o de diadema, cubiertos con alguna espuma, y evitar que el sonido sea superior a los 65 decibelios.
Evitar lo más posible las fiestas muy ruidosas (en especial cuando hay música de banda) o estar cerca de bocinas.
Evitar
 exponerse a disparos de armas de fuego o explosiones.
Evitar los golpes con la mano abierta o los besos en el oído (provocan una succión que causa daños).
Bajar el volumen de equipos de sonido, televisores, radios, etcétera.
Evitar conductas ruidosas como gritos, portazos o hablar en voz muy alta.
Mantener el timbre del móvil en vibrador para que el sonido del timbre no moleste a las personas de su alrededor.
Mantener en buenas condiciones su vehículo, con especial atención en el escape.
Realizar chequeos periódicos de sus llantas para mantenerlas en la presión correcta y así evitar ruidos y vibraciones no deseadas.
Respetar los límites de velocidad, pues, cuanto más rápido vaya, más ruidoso será.
Evitar acelerones y frenados bruscos.
Utilizar el claxon solo cuando sea realmente necesario y no para provocar un pleito.
Detener el motor en embotellamientos.
Utilizar la bicicleta lo máximo posible.

Risi

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